Por: Transeúnte

El entorno mexicano fue sacudido este domingo por una noticia provocada por la estupidez de un adulto famoso: Julio César El Cata Domínguez, jugador chiapaneco de Cruz Azul festejó a su hijo con una fiesta de temática del narco.

Los chicos, con metralletas de juguete, portaban gorras con las iniciales del más sanguinario y reconocido criminal de los últimos tiempos, uno que se fugó, fue recapturado y enviado a Estados Unidos, donde pasará el resto de sus días tras las rejas.

Los reproches le cayeron en cascada al zaguero por la razón obvia: cómo era posible que un padre de familia glorifique al tráfico de estupefacientes, celebrándolo como una piñata para su hijo y los amiguitos de este. Domínguez ya salió a ofrecer disculpas con una carta nada convincente, que le escribió un publirrelacionista.

Hay quienes piden su cese del equipo, que ya no vuelva a jugar más. Casi se demanda que lo azoten en el Zócalo, como escarmiento por su tontería. Creo que no es para tanto. Sería un desatino hacer que pierda su trabajo en esta época en la se necesita mucho la fuerza laboral, aunque sea en un futbolista que, por lo demás, participa en la industria del entretenimiento. Lo que pasa es uno de esos casos en los que el castigo está en la regada, la penitencia en el pecado mismo.

Lo que sí creo necesario es que alguien le diga que debe tener mejor sentido común, que no debe ser tan imbécil como para preconizar una actividad criminal que tiene sumergido al país en un baño de sangre.

Que sirva de ejemplo para los demás adultos y vean lo que no se debe hacer con los hijos, en un tiempo en que estamos urgidos de buenos ejemplos.